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Por regla general, las sectas destructivas, y muy en particular las de corte esotérico-religioso, implantan en nuestra mente fobias (temores irracionales) que permanecen en el tiempo y que no se disuelven inmediatamente al abandonar el grupo, sino que persisten en nuestro subconsciente. En otras agrupaciones destructivas, como las de corte comercial o de “coaching”, el temor implantado puede referirse a la ruina, la miseria o la falta de recursos, el fracaso material en suma; lo que tendría efectos análogos aunque algo diferentes a los que aquí exponemos.

Las fobias son temores psicológicos sin una base real que los justifique. No sería una fobia, por ejemplo, el temor a atravesar a pie una autopista por la que circulan vehículos a gran velocidad: ello sería una sana muestra de prudencia.

Un ejemplo (muy específico) de fobia: Samael Aun Weor, líder fundador del Movimiento Gnóstico, decía que las salas de cine son “antros de la magia negra”; que en ellas pululan entidades astrales fruto de las proyecciones mentales de los espectadores, y que estos entes se pueden adherir como parásitos a los nuevos asistentes, a los que se les aparecerían en sueños para extraerles sus energías. El grupo protegería de este tipo de peligros a sus adherentes, y les facilitaría los “mantras” y los conjuros adecuados para ello.

Otro ejemplo (más genérico): En el grupo rosicruciano al que pertenecí, nos inducían a creer que vivimos envueltos en una esfera invisible en la que habitarían unas entidades en proceso de descomposición, las cuales para subsistir necesitarían aprovecharse de los vivos, a quienes extraerían unas sustancias sutiles (“éteres”); lo cual explicaría la práctica totalidad de la fenomenología religiosa conocida. La pertenencia al grupo, y la consecuente inclusión en su Campo de Radiación, nos salvaguardaría de dicha “parasitación”.

Las fobias que introducen en nuestra mente las sectas destructivas se refieren a supuestas realidades que no pueden ser objeto de demostración ni positiva ni negativa. ¿Alguien podría probar que no existen unas entidades invisibles que nos pueden hacer un daño psíquico desde el “Más Allá”? Y si así fuera: ¿qué sería de nuestra alma, en esta vida o “en la otra”, sin el amparo de la secta? El terreno en el que se sitúa esta suposición no permite hacer comprobaciones.

¿Por qué aceptamos fácilmente una creencia inducida
y nos sometemos a ese marco mental?

Ello forma parte de un conjunto, de todo un “mapa de la realidad” que la secta ha trazado y que nosotros hacemos nuestro, porque con ello damos un sentido muy especial a nuestras vidas. Antes vivíamos “en la ignorancia”, pero ahora de repente todo parece tener significado. Hemos sido elegidos por el destino al habernos topado con la organización que nos proporciona las claves para comprender la vida y elevarnos por encima de nuestros semejantes: éstos últimos seguirán viviendo expuestos a los vaivenes vitales y a los peligros espirituales propios de quienes no conocen la verdad. Nosotros, en cambio, tendremos asegurada la protección, material o espiritual, de una formidable potencia que nos ampara a condición de que nos mantengamos dentro de ella.

La secta nos ha inoculado el veneno, la fobia, y después nos suministra el antídoto, del cual tiene el absoluto monopolio, lo cual contribuirá a asegurar nuestra dependencia perpetua del grupo. Cuando lo abandonemos, si es que ello sucede, la fobia persistirá incrustada en nuestro subconsciente, pero dejaremos de experimentar el efecto placebo protector ligado a la pertenencia a la secta: no poseeremos el antídoto. Hemos sido programados para sentir esto. Lo cual nos ocasiona inseguridad y desazón y, en conjunción con otros factores, sufrimiento y vacío existencial. Y quizás, en el peor de los casos, acabemos por regresar a la secta. En algún supuesto, el ex adepto pudiera necesitar tratamiento psiquiátrico para superar ese estado. En la mayoría de los casos, será suficiente el apoyo y la orientación que nos permitan comprender lo que ha ocurrido; y el transcurso del tiempo para que se vayan desactivando poco a poco los programas implantados.

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